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miércoles, 9 de marzo de 2016

Entrada 4 - [Fragmento sin título]

-No sé cuánto tiempo permanecí parado en ese oscuro lugar, pero realmente lo pasé fatal. “¿Cómo conseguí dejar eso atrás?” Te preguntarás. Y la historia que ahora te narraré es una de las más importantes de mi vida, así que, presta atención: Remontémonos cuatro años atrás. Estaba cómodamente en el lugar donde se cometió ese crimen –ese crimen del que todos somos testigos, y en parte cómplices-, pensando en todo lo que hacíamos antes de cometerlo, cuando de repente, otro adulto se acercó a la escena. “¿Hola? ¿Hay alguien?” Preguntó. Obviamente hice de lazarillo del extranjero, guiándolo hacia mi persona. “¡Dios mío! Llevo muchísimo tiempo andando, no sabes cuánto llevo sin hablar con una persona. Empezaba a pensar que era el único por estos lugares…” Dijo con  pena. Le contesté que no, que seguramente había más personas  como nosotros, pero que como yo no había abandonado mi <<zona de recreo>>, no me había topado con nadie. Rio en voz baja, supongo para no herir mis sentimientos, por lo que dijo: “¿Cómo fue? Perdona la pregunta…” Intenté evitar la respuesta tanto como pude, y aunque él insistía formulando preguntas redundantes que no obtuvieron resultado, conseguí darle esquinazo preguntando por cuáles eran sus objetivos –pregunta por la que también me disculpé al formularla-. “Bueno, me hubiese gustado llegar muy alto. Tan alto y lejos como ningún hombre ha llegado y llegará jamás. Pero en mi <<zona de recreo>> se quedó este sueño, como muchas tantas cosas” respondió apenado. También me contó que desde que abandonó la escena del crimen ha estado andando, y que yo he sido la primera persona que se había encontrado. “Lo que no puedes hacer es quedarte aquí. He escuchado que ahí fuera hay una luz a la que todos llegan, -sino estarían perdidos, como nosotros lo estamos-, así que yo un día me propuse ir a buscarla. ¿Por qué no haces lo mismo que yo? ¿Quieres acompañarme?” Yo –que soy un hombre que no sabe decir “no”-, acepté. Tenía bastante miedo de alejarme de mi <<zona de recreo>>, pero supongo que ya iba siendo hora de hacerlo. Tras un par de meses caminando –intercambiándonos palabras para, al menos, no perdernos el uno del otro-, exclamó: “¡Al fin! ¡Ahí está!”. Nunca lo había notado así, parecía haber vuelto a ser un niño de nuevo –supongo que hasta le brillaban los ojos-. "¡Veo la luz! ¡Veo la luz! Sabía que todo esto valdría la pena". Pasé unas cuantas horas felicitándole y agradeciéndole por todo este tiempo que habíamos pasado juntos. Quizá únicamente buscaba que compartiese un poco de esa luz. Apostaría lo que más quiero en este mundo –aquello que incluso se puede querer aquí dentro- a que lo hubiese hecho. Supongo que no me escuchaba claramente y por eso sigo aquí, vagando como un día él lo hizo. Por eso quiero decirte que salgas de tu <<zona de recreo>>, que me acompañes hasta encontrar la luz. Porque realmente, sí que se puede encontrar. ¿Qué me dices? ¿Hola? Por favor, que alguien me escuche. 
Solo quiero hablar.

2 comentarios:

  1. Creo que todo aquel que lea este "fragmento sin título" -me gusta... inspira a leerlo porque no te haces idea de qué te vas a encontrar y la sorpresa es grata- ha estado acompañándote a "la boca del túnel" en dejar atrás cada palabra.

    Genial, ¡me ha encantado!

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    1. ¡Muchísimas gracias, anónimo!

      Creo que es una de mis composiciones favoritas.

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