Travesía
en una barca
Me gusta navegar, ¿a vosotros
no?
Es una sensación emocionante,
coger una barca y echarse a la mar.
Empecé a navegar hace bastante
tiempo, la verdad, y he rescatado a muchas personas del naufragio. No es nada
del otro mundo, sinceramente, solo hace falta dejarles espacio en esta ancha
barca y prestarles atención, cuidarlos: la mar es peligrosa y mientras
permanezcamos unidos nada nos podrá detener.
Un día, un Compañero me dio la
alerta de que dos personas que estaba ayudando se comían nuestros víveres a
escondidas. Yo, como capitán de esta nueva tripulación, medié con ellos.
“Es que tenemos mucha hambre,
Capitán”, dijeron. A lo que yo respondí: “No pasa nada, Compañero, pero que sea
la última vez, porque si no, ¿cómo pensáis que vamos a alimentarnos todos? Tras
esto, asintieron y volvieron con la tripulación.
Nos adentramos en una zona
peligrosa, donde día a día la fuerte mar causaba dolores de cabeza a nuestra
tripulación.
Un día, al despertar, un
Compañero vino y me dijo. “Capitán, 3 han abandonado”. Y era cierto. Aquellos
con los que había vivido miles de aventuras abandonaron el barco.
Nadie sabe cómo: si se los
llevó la celosa mar, si saltaron
porque no podían vernos felices, si abandonaron porque les causábamos dolor. Pero
los supervivientes continuamos atravesando tormentas
.
Semana después, un Compañero
me alertó de que había una barca roja a la vista. Me fijé en ella, y vislumbré
una pequeña tripulación de tres personas, pero no tenía los suficientes medios
para reconocerlos, así que nos acercamos. Al entrar en contacto, allí estaban,
tres personas navegando con una barca similar a la nuestra. Tras compartir unas
horas con ellos, risas e historias, volvimos a nuestra barca, no sin antes
hacernos la promesa de que volveríamos a vernos.
Por el camino, más tripulantes
caían, mi más fiel Compañero lloraba.Yo lo intentaba consolar tanto como
podía. Noche tras noche le escuchaba cantar una canción sobre lo que anhelaba a
su familia y amigos de la tierra. Tras eso, se echaba a llorar hasta que se
dormía. ¿Sobre mí? Yo también tenía canciones que cantar, pero no me importaba,
porque tenía a la mar.
Pasaron días, tantos que perdí
la cuenta, y ese mar tan precioso, empezó a disgustarle a mi Compañero. “Puedes
irte cuándo quieras, Compañero, pero ¿quién cuidará a este cachorro de mar como
yo?” le dije. “Pues, podrías ir con los tripulantes de la barca roja, ellos
parecían felices”, me contestó. No parecía mal idea, quizá necesiten más
hombres, era una barca bastante grande para tan pocas personas, pensé.
“Capitán, volvimos a perder a
unos pocos… esta vez fueron unos 10”. Me despertó un día mi Compañero con voz
asustada. “No te preocupes, de veras, aquí vinieron porque lo necesitaban,
ahora que ya lo han hecho, es lógico que abandonen esta triste barca”, le
contesté. “¿Y por qué crees que abandonan, Capitán?” preguntó, a lo que
respondí: “Qué más da, Compañero, no se caliente la cabeza con eso ahora. Sabe
más que nadie que en esta barca hay otros problemas que solucionar tras la partida
de nuestros hombres”. Y tras esto, le dejé cantando una nueva canción sobre su
tierra.
Meses pasaron, y a más días en
la mar, menos tripulación quedaba, hasta quedar únicamente mi fiel Compañero y
yo. “Capitán, no puedo más, quiero volver” dijo. “Hazlo, ¿qué te lo impide?” le
contesté. “¿Cree que lo voy a dejar solo? Jamás, Capitán, estaremos juntos
siempre, recuerde” dijo mientras sonreía. Tristemente, vi una barca roja. Y
digo tristemente porque esa barca estaba llena de tripulantes.
“¡Capitán, han
aparecido!” exclamó “Puede irse con ellos”. “Sí, puedo hacerlo, Compañero,
pero, ¿y tú? ¿Qué harás?” pregunté. Y tas una larga espera, respondió: “Volveré
a mi tierra, aunque esté lejos. Lo lograré. Por cierto, Capitán, estaría bien
que cogiera suministros si se quiere embarcar en un navío nuevo, para así
entrar con buen pie”.
Pues así hice, y me dirigí a la despensa. Nada más entrar
en ella, escuché unas risas y pensé en la calidez que me brindarían tras mi
llegada a esa barca.
Las risas se apagaron, cosa que encendió mi curiosidad, y
salí de la despensa a ver qué sucedía.
Únicamente encontré a un
hombre desnutrido solo, después de años en la mar, acompañado de su barca roja.
Historia agridulce... El arduo trabajo del capitán es recompensado con sabiduría, pero que cara es a veces.
ResponderEliminarGracias, Compañero.
EliminarSimplemente genial. Me gusta mucho esta historia, porque siento pasión por el mar. Ademas el mensaje que refleja, el trabajo de su vida y como lo pierde todo y al final se da cuenta de su realidad... Es fria, pero real.
ResponderEliminarSimplemente genial. Me gusta mucho esta historia, porque siento pasión por el mar. Ademas el mensaje que refleja, el trabajo de su vida y como lo pierde todo y al final se da cuenta de su realidad... Es fria, pero real.
ResponderEliminar