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domingo, 20 de marzo de 2016

Entrada 5 - Guía de supervivencia.

“Somos inmunes”, pensaba. “Todo el mundo ha sido contaminado menos nosotros”. Estaba equivocada. Para los que me lean y no me conozcan, mi nombre es Dahlia y tengo quince años –de los cuales, más de la mitad, llevo huyendo de unas criaturas asquerosas-.  Cuando eres pequeño, los adultos de tu alrededor crean cortinas de humo sobre el tema, quizá, para hacer que tu niñez sea plena de júbilo; pero a medida que vas creciendo, te das cuenta de que estás viviendo en pleno apocalipsis. Por si acaso, querido lector mío, te relataré una pequeña guía para discernir a los inmunes de los infectados –y las clases que hay de estos-, ya que estas horribles criaturas se asemejan a nosotros, tanto en aspecto como en habla, pues habrán sabido adaptarse durante los años. Dicho esto, comencemos:

-       Infectado común: el infectado del que hablamos es el caso de más baja prioridad que vamos a tratar. El infectado común es también conocido como: infecta reparabilis. Como su nombre científico indica, el infectado se puede reparar, pero atención: acercarse a un infecta reparabilis puede desembocar un final trágico para la persona en cuestión. Por sí solo, el infectado común no es muy agresivo, es más, es inofensivo; pero a la hora de tratarlo, quizá contagie a terceros. La unión de dos infectados comunes da a un infectado mayor y más peligroso.

-       Infectado palurdo: como su propio nombre indica, este infectado, no brilla por su inteligencia. Es el resultado del acercamiento de dos infectados comunes. Estos, evolucionarán hasta convertirse en ansa fortem, nombre científico por el que se los conoce. Los infectados palurdos suelen ir juntos a todas partes –aunque también se pueden encontrar separados de su complementario-. Es importante alejarse de estos infectados, pues, a parte de hospedar la enfermedad, pueden degenerar a otros tipos de infectados –que comentaremos a continuación-, incluso más peligrosos que del que estamos hablando. Recordad, si sois una persona sana, ni se os ocurra acercaros a estos tipos de infectados. La propagación del virus se acelera inmediatamente después de hacerlo.

-       Infectado agresivo: Este tipo de infectado es el más dañino para la sociedad que encontraremos jamás. El infectado agresivo (cor fractus) es tan agresivo, que los propios infectados huyen de él. Algunas de las características de este infectado es que, está separado de su infectado palurdo, su estado de humor puede pasar de agresivo a deprimido, y lo más importante, su capacidad de contagio es superior o igual a la del infectado palurdo.

-       Infectado cambiante: este infectado es difícil de confundir con el infectado palurdo. El recentibus genus, suele ir acompañado, o bien de un recentibus genus o de un ansa fortem. El infectado cambiante tiene la capacidad de dañar a los otros infectados, en especial al infectado agresivo (su contraparte), aun así no podemos tomarlo como aliado. El infectado cambiante, como el infectado palurdo, tiene la capacidad de infectar a gran parte de la población en poco tiempo. Huir de este infectado es una parte clave para la supervivencia en el planeta Tierra.

-         Infectado solitario: el infectado solitario, conocido como vidui amans, se caracteriza –como su propio nombre indica- por vagar solo por el mundo. El infectado solitario, parece el más inofensivo de todos, incluso puede parecer una persona no infectada tras unos días de convivencia con él. El infectado solitario es el peor infectado de todos. Es el máximo exponente de los infectados antes mencionados, de los cuales también es una evolución. Por suerte, es fácil huir de ellos, pues suelen ser los más viejos de los infectados –habiendo también excepciones-, y salir corriendo de su lado es lo más plausible.

“¿Y si, tienes una guía tan perfecta, cómo es que ya no eres inmune?”, pensaréis; y es que no soy yo la infectada, sino mi compañero, Angus, del cual he tenido que huir. Angus y yo teníamos la misma visión del mundo, teníamos claro quiénes eran los infectados y el dolor que estos hacen a las personas normales. Decidimos huir de nuestro barrio –pues era una colonia de infectados-, y tras vagar durante años nos establecimos en una casa de campo, cerca de la central donde estaréis leyendo esto. “¿Cómo se infectó?” pensaréis, y la verdad, es que yo tampoco lo sé. Lo único que sé es que un día, volví a casa tras haber ido a buscar víveres, y fue allí cuando me encontré una mesa llena de velas, un suelo lleno de pétalos de rosa y un compañero infectado, del que sus labios salían las palabras “te quiero”.

Lo siento, Angus, lo siento mundo. Espero que esta guía le sirva a alguien, espero que mi historia no se vuelva a repetir. Espero que algún día me encontréis como encontréis esto que estoy escribiendo. Porque, yo, chicos, no puedo dárosla.


Gracias.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Entrada 4 - [Fragmento sin título]

-No sé cuánto tiempo permanecí parado en ese oscuro lugar, pero realmente lo pasé fatal. “¿Cómo conseguí dejar eso atrás?” Te preguntarás. Y la historia que ahora te narraré es una de las más importantes de mi vida, así que, presta atención: Remontémonos cuatro años atrás. Estaba cómodamente en el lugar donde se cometió ese crimen –ese crimen del que todos somos testigos, y en parte cómplices-, pensando en todo lo que hacíamos antes de cometerlo, cuando de repente, otro adulto se acercó a la escena. “¿Hola? ¿Hay alguien?” Preguntó. Obviamente hice de lazarillo del extranjero, guiándolo hacia mi persona. “¡Dios mío! Llevo muchísimo tiempo andando, no sabes cuánto llevo sin hablar con una persona. Empezaba a pensar que era el único por estos lugares…” Dijo con  pena. Le contesté que no, que seguramente había más personas  como nosotros, pero que como yo no había abandonado mi <<zona de recreo>>, no me había topado con nadie. Rio en voz baja, supongo para no herir mis sentimientos, por lo que dijo: “¿Cómo fue? Perdona la pregunta…” Intenté evitar la respuesta tanto como pude, y aunque él insistía formulando preguntas redundantes que no obtuvieron resultado, conseguí darle esquinazo preguntando por cuáles eran sus objetivos –pregunta por la que también me disculpé al formularla-. “Bueno, me hubiese gustado llegar muy alto. Tan alto y lejos como ningún hombre ha llegado y llegará jamás. Pero en mi <<zona de recreo>> se quedó este sueño, como muchas tantas cosas” respondió apenado. También me contó que desde que abandonó la escena del crimen ha estado andando, y que yo he sido la primera persona que se había encontrado. “Lo que no puedes hacer es quedarte aquí. He escuchado que ahí fuera hay una luz a la que todos llegan, -sino estarían perdidos, como nosotros lo estamos-, así que yo un día me propuse ir a buscarla. ¿Por qué no haces lo mismo que yo? ¿Quieres acompañarme?” Yo –que soy un hombre que no sabe decir “no”-, acepté. Tenía bastante miedo de alejarme de mi <<zona de recreo>>, pero supongo que ya iba siendo hora de hacerlo. Tras un par de meses caminando –intercambiándonos palabras para, al menos, no perdernos el uno del otro-, exclamó: “¡Al fin! ¡Ahí está!”. Nunca lo había notado así, parecía haber vuelto a ser un niño de nuevo –supongo que hasta le brillaban los ojos-. "¡Veo la luz! ¡Veo la luz! Sabía que todo esto valdría la pena". Pasé unas cuantas horas felicitándole y agradeciéndole por todo este tiempo que habíamos pasado juntos. Quizá únicamente buscaba que compartiese un poco de esa luz. Apostaría lo que más quiero en este mundo –aquello que incluso se puede querer aquí dentro- a que lo hubiese hecho. Supongo que no me escuchaba claramente y por eso sigo aquí, vagando como un día él lo hizo. Por eso quiero decirte que salgas de tu <<zona de recreo>>, que me acompañes hasta encontrar la luz. Porque realmente, sí que se puede encontrar. ¿Qué me dices? ¿Hola? Por favor, que alguien me escuche. 
Solo quiero hablar.