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miércoles, 26 de octubre de 2016

Entrada 8 - Una idea que lleva rondándome la cabeza bastante tiempo

En estos tiempos que corren es más que obvio que no puedes depender de solo tu pareja para satisfacerte sexualmente. No soy muy partidario del onanismo, la verdad, y discutiendo con la almohada decidí que seguiría amando a mi esposa mientras tenía sexo con otras. Es una idea que lleva rondándome la cabeza bastante tiempo, y esta última semana me he mentalizado para ello. Mi mujer y yo somos los huéspedes de una fiesta a la cual están acudiendo bastantes chicas (unas 10 o así). Solo tengo que encontrar el momento adecuado, cuando mi esposa se vaya, para que esto se convierta en Sodoma y Gomorra; para que esto se convierta en aquello que llevo deseando tanto tiempo. 

Primeramente tanteo la zona, observo a mis futuras amantes, vestidas la mayoría con esos leotardos tan suaves que hacen que la sangre de mi cuerpo se concentre en una sola zona. Tras pensar en lo que sucederá a continuación, le hago un gesto a mi mujer para que ella salga de la habitación. Ha llegado la hora, y por eso cierro la puerta con esos vidrios translúcidos que apenas dejan ver lo que está pasando dentro. Doy una palmada fuerte y todas me miran, ha llegado mi momento. 

Me desabrocho el cinturón poco a poco, dejando caer mis pantalones al suelo. Alguna de ellas ríe inocente, sobre todo esa con ese coletero rojo atado a su cabello, que sin duda es mi favorita y la última con la que jugaré esta tarde. Con los pantalones en el suelo y el cinturón en la mano, agarro a la primera chica por el pelo, atándole las manos con el cinturón. Ella, que a esta altura ya está temblando, rompe a llorar, contagiándole el llanto a sus compañeras. Pero esto acaba de empezar. 

Noto su carne en mi carne, tan apretada que es casi imposible hacer nada. Intenta desatarse, pero un simple puñetazo en la nuca sirve para callarla y para que detenga sus movimientos. Ahora sí que consigo estar dentro de ella, pero solo pasan cinco minutos y ya estoy cansado.

Las arrincono contra la pared, y agarro a una por el cuello. Es simple cuando están muertas de miedo, son frágiles. Y yo las voy a romper.

Tras quince minutos y cuatro amantes más, escucho pasos tras la puerta. Es mi mujer, golpeando el cristal queriendo entrar. Aun no he probado a mi favorita, así que, que espere fuera. Cogiéndola por el cabello, le quito el coletero y le bajo los leotardos, viendo el paraíso entre sus piernas. No sé si es por su coñito apretado o por su rota voz que cada vez estoy más y más cachondo, hasta que eyaculo dentro de ella, dejándola en el suelo como sus 5 anteriores compañeras. Justo en ese momento, mi esposa consigue abrir la puerta con la única mano libre que le queda, y horrorizada al ver el panorama, deja caer el pastel al suelo, chafándose las princesas Disney que tanto le gustan a mi hija.

Pero yo sé que le gusta más ese coletero rojo. 

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